Rara vez no voy a contracorriente

Cuéntanos algo que la mayoría de gente no entiende.

Por muy contradictorio que suene, es pura verdad, aunque no nos atrevamos a reconocerlo. No estoy hablando de nuestros mayores secretos de Estado, aunque no se desvía mucho del camino, sino que existe algo que te cuesta decir en voz alta, pero que no puedes negar. Algunos lo llamarían inhumano, otros contra natura, pero a mí me gusta más llamarlo: descontrol, algo tan exclusivo de los humanos como las neuronas o el placer. Los dolores satisfactorios. El placer de sentir molestia. Es quizá una de las características más locas del ser humano y me atrevería a decir que todo el mundo lo ha experimentado en algún punto de su trayectoria vital.

Nosotros, los humanos, tendemos a buscar el placer y evitar el dolor, entonces ¿como es eso de que podrían invertirse? Son tan opuestos, como el blanco y el negro, el fuego y el hielo, incluso la vida y la muerte. Opciones que parecen tan heterogéneas como el aceite y el agua, ya que sus componentes impiden químicamente que se mezclen. En cambio en el caso particular de la satisfacción del dolor, contamos con un factor sorpresa que no está presente en los demás. Es tan sencillo como que el dolor libera endorfinas, cuya función es bloquear esa sensación. Pero con lo que no contábamos, y aquí viene el factor sorpresa, es que al liberar estas proteínas también produce euforia.

Pero como toda información que recibimos , hay que cogerla con pinzas. No quiere decir que cualquier dolor produzca satisfacción, ni mucho menos. Es solo en algunos casos particulares en los que este fenómeno ocurre, y eso es lo que lo hace tan especial.

Seguiría la misma línea de un fenómeno muy curioso que me suele ocurrir y que personalmente me encanta. El momento exacto en el que se te escapa una risa, por muy fugaz que sea, y debido a las agujetas del siglo, sientes que te clavan cientos de cuchillos en las costillas. Supongo que de hay viene el nombre de agujetas. Y lo más surrealista es que a pesar del dolor insoportable, no puedes parar de reírte. Es en ese instante en el que empieza el descontrol total.Y te quieres cabrear contigo mismo por no poder parar, pero no puedes, porque casualmente es imposible estar cabreado mientras te ríes. Y eso lo hace mucho más ameno y divertido, hace que merezca la pena el dolor, por muy retorcido que suene. Y una mezcolanza de todo esto es lo que yo intento transmitir a los que me rodean, pero es como hablar a una pared, porque no les entra en la cabeza. Y eso justo es la magia del descontrol sin límites, de entender algo que muy pocos entienden. De jugar a algo que muy pocos juegan. A arriesgarse a estar solo entre un montón de gente loca, o a ser el único loco entre toda esa gente.

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4 comentarios en “Rara vez no voy a contracorriente

  1. Pingback: Tengo tanto que decir que si me callo me salen subtítulos | mifuturochic

  2. Tienes toda la razón, de hecho en el deporte ocurre que muchas veces con ejercicios de fuerzan, el exponernos a mucha carga, nadar o correr hasta la extenuación se llega a un punto de sufrimiento que a su vez produce placer, pero no por el hecho de sufrir dolor sino simplemente por superarnos a nosotros mismos. Un post muy interesante sigue así.

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