Continente Esperanza, si me oyes, mírame, te escucho, pero no me mires, no la merezco, eres tan inmensa que impresionas. Incandescente. De todos desconocida, menos de los que la viven día a día, número a número. En el telediario, 200.000 o 300.000 ¿qué le hace una mancha más al tigre? Que más da ocho que ochenta. En cambio no son solo números, tienen nombre y apellidos, cada uno de ellos que precede a esa forma de presentarse al mundo, proviene de sus antepasados, los que no están plasmados en libros, sino capturados en el brillo de los ojos de los que quedan. Si me escuchas, aunque solo sea de fondo, decirte que tienes un potencial incalculable. Pese a que todos los grandes pedazos de tierra habitados a la fuerza o al compás del sustrato, poseen cualidades materiales que los hacen atractivos, este cuenta con oro, o incluso mejor con cereales, solo que su distribución es tan nefasta que asusta.
¿30 años? ¿Qué emociones evoca esta cifra? Lejanía, años luz nuestro, uno tras otro, da tiempo a absolutamente a todo, ¿cierto? Pues al Congo no le ha bastado para librarse de ese gigante peso impronunciable , cuyas palabras son explosiones acojonantes, cuyo idioma es la violencia, cuyo mártir son ellos mismos.
Boinas y tacitas de té dándose cabezazos pero sin arrugarse las primeras, o agrietarse las segundas, los que sufren las crueles consecuencias son las más de 2.500 personas desplazadas de Camerún, el 80% de escuelas cerrando la puerta en las caras desnutridas de los niños. No solo la cara, ¿hay algo más inofensivo que el derecho a beber? ¿Existe algo menos dañino que aguas contaminadas ocasionado niños que parecen embarazados? Lo que están es avergonzados. El ansia de beber gana a los recursos viables, los pisotea, manchándolos de barro, lloviendo sobre mojado.
No os vayáis preocupando, que ya veo descender las gotas de sudor de vuestras frentes, que eso será lo único que os mojéis, que aquí no llueve, estamos cubiertos por un lujoso paraguas que nos ampara. Al fin y al cabo somos la generación del botón, basta un mísero clic para hacer llegar cualquier mensaje hasta el cabo más remoto, sin irnos más lejos, tú y yo estamos en contacto por vasos comunicantes a los que llaman internet. Pulsan una vez y algunos hacen explotar países enteros. Aunque puede ser utilizado doblemente, un toque, un niño con futuro, ellos son el gran tesoro de África, Europa es un continente viejo, obsoleto aunque en constante intento de modernización. Un clic, un botón y habrás apadrinado a un niño, igual que apadrinas un pingüino. La posibilidad de ir un año entero a la escuela cuesta como unas Adidas a un español, sesenta euros, como un riñón para ellos.
Estas son palabras escupidas por mi boca pero el fruto de la inspiración merece ser atribuido a María, misionera que ha viajado una infinidad de veces a este continente brillante, como un diamante.